No, no voy a hablar de las virtudes y las limitaciones de la peli de marras, porque lo que me jode es lo que me jode, lo mismo que me jode de los comentarios machirulos sobre Woder Woman, Capitana Marvel, Sangre en los labios o cualquier otra en la que los músculos son de ellas y las hostias las pegan ellas.
Ya Sharon Hays, aquella autora que calificó de “maternidades intensivas” al deseo de las madres de estar con sus criaturas, lo dijo claramente: cuando los hombres se incorporen a la crianza más fácil será convencer a empresarios y legisladores para que haya guarderías, tiempo flexible, permisos… Así, la crianza paterna gozará de todos aquellos derechos que no pudo conseguir la materna. Hoy se está cumpliendo esta premisa y vemos como una gran parte del presupuesto se destina precisamente a los hombres cuidadores.
No es ningún secreto que la sociedad puede llegar a ser muy dura con las madres. Las expectativas que pone sobre nosotras son tan altas, que además de sentirnos culpables por creer que no estamos haciendo las cosas bien, constantemente somos criticadas y señaladas. En cambio, con los padres, es otra historia.