«Las langostas tienen una reputación muy mala entre los filósofos, que suelen considerarlas como ejemplo neto de criaturas sin pensamiento ni sensaciones. Podemos suponer que esto se debe a que las langostas son el único animal que los filósofos han matado con sus propias manos antes de comérselas. Resulta desagradable arrojar a una olla de agua hirviendo a una criatura que pugna por evitarlo; uno tiene que poder decirse a sí mismo que la langosta no está en realidad sintiendo nada [...]. Pero de hecho, la observación científica ha revelado que incluso las langostas practican algunas formas de juego: manipular objetos, por ejemplo, acaso por el mero placer de hacerlo. Si tal es el caso, llamar “robots” a estas criaturas equivaldría a despojar de su significado a la palabra "robot"».
David Graeber, Los animales se divierten (2014).
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