A raíz del artículo sobre la libertad de expresión y el lenguaje del odio he recibido mensajes de amigas de los dos bandos (tengo amigas —y enemigas, me temo— en los dos lados del debate, y, sobre todo, en el medio, que es el más ancho y donde más gente cabe). Una de las cuestiones disputadas es la conveniencia de utilizar la terminología que distingue cis/trans. Lo que sigue es una reflexión sobre esto último.